miércoles, 11 de noviembre de 2015

MANEJO DE EMOCIONES



Comúnmente definimos a las emociones como malas, buenas, positivas o negativas. Si hablamos de alegría, gozo, felicidad o amor por lo regular los denominamos como buenas o positivas y si hablamos de enojo, tristeza o frustración, comúnmente las denominamos como negativas. La realidad es que solo son emociones y todas ocurren dentro de una misma persona, podemos sentir alegría por compartir tiempo con nuestros amigos y después sentir tristeza por la pérdida de una persona, oportunidad y objeto de gran valor para nosotros. Así que clasificar las emociones les coloca una etiqueta que no es útil para nadie, porque se convierten en deseables o indeseables y sólo se viven, se sienten de acuerdo con las circunstancias que rodean a una persona. 
Pretender negarse las emociones indeseables con estrategias como "sonríe aunque por dentro estés triste para que nadie lo note", "no te enojes las niñas buenas no lo hacen" o "no llores porque eso denota debilidad", solo agrava las sensaciones y no se resuelve saludablemente aquello que se está viviendo. 
Sólo aceptando lo que se siente, enfrentándolo adecuadamente puede canalizarse de manera satisfactoria aquello que se asume como una experiencia difícil.
Los duelos son situaciones que pueden llegar a ser traumatices, ya que representan la pérdida de alguien o algo que tiene un lugar importante para nosotros. Vernos sin la persona, el objeto o la circunstancia a la que damos gran valor, nos puede generar miedo, ansiedad y sensación de desamparo, por lo tanto, ¿no es natural sentir tristeza y llorar?, ¿por qué no hacerlo, por qué no aceptarlo? Un duelo no es más o menos importante, si no, no sería tal. Debido a lo anterior, no debemos minimizar lo que se siente, ya sea en nosotros mismos o en la vivencia de alguien más. Otras experiencias inherentes a la pérdida son el coraje, la frustración, incluso, la ira y no debería tampoco ser descalificada o reprimirse. Externar lo que se siente es los más sano que podemos hacer.
La expresión adecuada de las emociones es el ejercicio que falta por aprender, porque no solo se trata de manifestarlas, sino cómo y para qué lo hacemos. Por ejemplo, la tristeza permite la introspección y reflexión para conocer lo que estamos necesitando. El coraje nos hace movernos, resolver y cambiar nuestras circunstancias. El miedo es una alerta que avisa que debemos analizar lo que ocurre y decidir qué es lo que más nos conviene.
Sufrir es la consecuencia de permanecer más de la cuenta sin resolver, sintiendo tristeza. La ira puede ser destructiva y auto destructiva si se vuelve rencor. Guardar rencor hace mucho daño, tanto emocional como físico.  

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